No quiero dejar pasar este día, el 25 de diciembre, sin escribir algo en este, mi espacio favorito de escritura. Quiero agradecerles a todos los que me leen y me acompañan aquí y “allá afuera” del ciberespacio, por su compañía y por su tiempo, y desearles un día de Navidad hermoso y en mucha calma.
Hoy salimos a caminar Vic, mi hijo y yo. La mañana de Navidad es de los momentos más reconfortantes, para mí, en el año. Primero, porque “ya pasó todo”, es decir, ya no hay más expectativas: la cena y todo lo que teníamos que preparar, los regalos (si gustaron los que dimos, si te gustaron los que te dieron, si recibiste lo que esperabas o nada de eso llegó…); ya pasó la desvelada (para muchos apenas empieza la cruda…) y en esta mañana de Navidad, el recalentado sabe mejor que en la noche anterior.
En el día de Navidad se respira cierta calma y cierta paz en las calles, no sólo porque muchos aún duermen o están desvelados, sino porque casi todos sabemos que hoy es día de tregua en el mundo. Las guerras, los conflictos, cesan por un día, y se levanta una imaginaria bandera blanca en todo el mundo, para que hoy podamos descansar y ponerle pausa a la vida.
Sólo por hoy se puede saborear un poco de calma, esa calma que tanto nos hace falta a todos y al mundo. Los árboles, los animales, toda la naturaleza gozando hoy de paz. Y ese es el sentimiento que hoy me embarga, la calma de que todo está bien, así, como está. Extrañamos a los que faltan, pero igual se siente calma o consuelo en el corazón. En el cielo, pocos aviones; en las calles, pocos autos. Y en el alma muchos, muchos recuerdos, muchos cariños, mucho agradecimiento.
Disfrutemos el día de la Navidad como un día para darle paz a nuestro corazón. Dediquémoslo a agradecer, a recordar sin tristeza, a disfrutar sin culpas… y a saborear los mejores sabores que dejó la Nochebuena: el recalentado, los regalos, las fotos, la compañía, una buena película, un día de paz.
¡Felicidades!