Le debo a mi amiga María que el té de jengibre llegara a mi vida y se convirtiera en mi favorito. En los meses de invierno, cuando me enfermé de gripa y de tos, me sugirió prepararlo, y desde entonces soy testigo de sus bondades. El jengibre no sólo es una de las raíces más usadas principalmente en la cocina asiática, en cuanto a medicina natural tiene muchas propiedades. Estas son sólo algunas:
- es un antiinflamatorio y analgésico natural, por lo que es un gran refuerzo para el sistema inmunológico
- alivia la migraña
- alivia las náuseas en el embarazo
- disminuye la inflamación del estómago y alivia la acidez
- te protege contra las enfermedades causadas por daño oxidativo (es un potente antioxidante) como las enfermedades cardiacas y ciertos tipos de cáncer
- alivia los músculos cansados e incluso se dice que es bueno para controlar el colesterol
Pero lo que más me gusta del té de jengibre es su sabor tan especial y exquisito, y que cuando me lo preparo se convierte en un ritual de apapacho que me hace sentir muy bien. Pruébalo, sobre todo en estos días nublados y de lluvia te va a caer muy bien.
Para preparar un litro:
- Pela un trozo como de 4 cms de largo de raíz de jengibre y córtalo en rebanaditas delgadas o cubitos medianos.
- Pon a hervir agua y cuando hierva, añade el jengibre y déjalo en el fuego otros 2 o 3 minutos.
- Apaga la flama, tapa la ollita y déjalo reposar al menos 10 minutos (entre más repose, más se concentra su sabor).
- Sírvelo colado, con miel y un chorrito de limón amarillo, si te gusta.
*Toma en cuenta que el jengibre tiene un sabor picante, así que si es la primera vez que lo preparas, añade poco jengibre para ir probando hasta dónde lo toleras. La intensidad del sabor y del picor depende de cada quien.
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