El 14 de febrero es de las fechas del año que toda la vida me han tenido sin cuidado. Digamos que no me parece tan appealing como la Navidad (¡esa ni me la toquen!) o como el 10 de mayo. No digo que me vale un comino pero tampoco soy de las que se dedica el día entero a criticar la fecha o a decir que es “pura mercadotecnia”. Digamos que no me causa comezón como a tantos Grinches que nomás no pueden con esta fecha. Sí, es un hecho que el mundo comercial aprovecha cualquier celebración del calendario para que se vendan más tarjetas, más flores, más comidas en los restaurantes, más chocolates y más peluches (sí, todavía hay quien regala peluches… ¡y quien los recibe con mucha ilusión!). Los globeros también hacen su agosto, y en general, todo el que puede, en el mundo entero, le saca provecho a esta celebración –como a todas las demás.
Los Grinches (o Grinchs) que están en contra de esta celebración (como de casi todas) explican que “todos los días deberíamos demostrar el amor, no sólo el 14 de febrero”. Estoy de acuerdo, pero ¿quién dijo que así era? Uno, permítanme decirles que NO ESTÁN OBLIGADOS A COMPRAR ARTÍCULO CONMEMORATIVO NI A GASTARNOS UN PESO EN ESTE DÍA para demostrar nada. Que haya una fecha en el calendario que conmemore el amor y la amistad no implica que estamos obligados a subirnos al carrusel comercial de la fecha, ni que hoy valga más un “te quiero” que mañana o el 23 de marzo o el 18 de octubre. Que haya fechas fijas en el calendario para conmemorar lo que, en apariencia, nos hace felices, me parece un acto muy humano. Que cada quien lo celebre como quiera es otro boleto.
Lo que yo celebro este día ha sido siempre, y primero que nada, la amistad. Lo celebro en mi corazón, ni crean que armo una fiesta o la gran cosa. Lo celebro agradeciéndole a la vida por los amigos sinceros y tan amorosos que me han acompañado. A ellos, que son muchos de los que me están leyendo por cierto, les agradezco la amistad y el compromiso que ésta implica. Lo hago en un mensajito, un mail o por teléfono, lo que se pueda, pero sobre todo se lo agradezco a Dios y lo celebro en mi corazón. Intentaré hacerlo todos los días, pero la verdad… no lo creo.
En cuanto al amor, el de pareja, ahí sí soy más “anticursi” en esta fecha. Y eso es lo que hoy quiero reflexionar, porque si bien el amor a la pareja se debería demostrar con hechos, todos los días, con acciones, también se debería demostrar con las palabras y con la forma como nos dirigimos a él o a ella. Y bueno, no me dejarán mentir quienes ya llevan un tiempito casados o con su pareja, que eso de los modos como que se va perdiendo con el tiempo y dejamos de ser tan amorosos y respetuosos como quizá lo fuimos al principio de la relación. Hace 10 años, mi primer San Valentín con Victor no me lucí con él, sino lo que le sigue: le armé una cena romántica sorpresa en su departamento. El mismo día, por la mañana, se me ocurrió todo: le envié vía DHL una invitación muy “sospechosa” a su oficina donde revelaba muy pocos detalles de lo que pasaría en la noche; hice de cenar y todo me lo llevé a su depa: platos, vasos, copas, flores, velas… Le pedí en la invitación que pasara a su casa a cambiarse, que se vistiera formal, porque iríamos a un lugar muy especial. Así que cuando llegó al depa no esperaba que yo estuviera ahí, guapísima (jeje) y con una producción muy romántica esperándolo. Tomamos martinis e hice un menú muy “acá” que lo mega sorprendió. Y así pasamos la velada, una que después le contábamos a todo mundo cada que podíamos presumirla…
Hoy no hice nada. Diez años después, un hijo después, no hice nada similar. Ayer le iba a comprar una tarjeta y ni eso hice. Nos prometimos darnos la tarde de mañana, 15 de febrero, para evadir las “multitudes” y las extorsiones de los restaurantes en este día, y para que el 14 de febrero no pasara inadvertido. Creo que si bien podría prepararle una sorpresa cualquier día de estos, estoy segura de que Vic se hubiera sorprendido muchísimo si hoy al llegar hubiera tenido listo algo tantito similar a lo que le hice hace 10 años. Creo que le halagaría ver que, después de 10 años, siguiera teniendo esos detalles, y ahí radica, creo, la oportunidad que estas fechas nos ofrecen para reflexionar respecto a cómo le decimos al otro cuánto lo amamos, o cómo le agradecemos a los amigos su cariño sincero. ¿Cuántos se ponen una fecha concreta en la agenda para hacer una fiesta o reunión que celebre la amistad, o se apartan un día entre semana para sorprender a su pareja y llevársela a un lugar romántico, al cine, o prepararle algún detalle que le diga “dediqué todo este tiempo para ti”?
No nos peleemos con las fechas, y mejor anotemos en nuestro propio calendario qué día queremos tener una sorpresa o algún detalle amoroso con nuestra pareja… y hagámoslo. No tiene que ser un sólo día… pero seamos honestos, tampoco lo vamos a hacer diario. Reflexionemos si hemos perdido lo detallistas o cómo nos dirigimos a nuestra pareja todos los días. Que sirva para esta reflexión el 14 de febrero, o si quieren, el 18, o el 20, aquí los espero…
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