Diciembre. Mi mes favorito del año. Me en-can-ta la época navideña. Los días de hacer galletas y tomar ponche llegaron desde hace un par de semanas. Mis amigos me dicen señora Clos, y mi familia sabe que soy fan número uno de la Navidad. Desde siempre, la que pone el árbol, la que hace el bacalao, las galletas y la pulla… Como cada año, estoy tratando de disfrutar al máximo esta época. Pero es un hecho que con Bernardo se disfruta aún más. Es mi motorcito para que todos los días (o casi todos) se me ocurra algo distinto. Por ejemplo, desde el año pasado instauramos la tradición del calendario de adviento. Cada día una sorpresita chiquita, escondida por la casa, y para la cual le dejo una pista en su calendario. También, antes de que mi hijo se vaya a dormir, encendemos las velas de la corona de adviento y damos gracias por algo (como verán, “adaptamos” lo del adviento a nuestra manera). Una vela para cada quien, un agradecimiento también.
Sin embargo, y como cada año, siempre pienso cuál es la mejor manera de celebrar la Navidad y, sobre todo, de darle sentido a estas fechas. Es fácil enrolarse en la corredera de las compras, gastar a lo loco en el súper y en las tiendas, en regalos, adornos, comida… y pasársela saboreando cosas ricas de la temporada… pero siempre creo que hay un sentido más profundo, y que la Navidad llega para invitarnos a hacer una reflexión. No olvidar que es una celebración de la llegada del niño Jesús, que nació para enseñarnos a amarnos y perdonarnos. Que nació como símbolo del gran amor de Dios. No existe la Navidad ideal, aunque en las tiendas y las películas gringas nos lo quieran hacer creer (¡y mira que me encantan las tiendas gringas en Navidad, Disney y las comedias navideñas americanas). Lo que existe es lo que decides hacer esta época con tus valores, tus reflexiones, tus anhelos y tus tradiciones. Las tradiciones que cada quien en su familia implementa y que le van dando sentido a esta época tan bonita.
Nuestra corona de adviento… en cada noche familiar.
Detalles simples, color y formas navideñas
Atrapar el sentido de la Navidad y dejarlo habitar en el corazón…
Anoche, mientras todos dormían, me senté en la sala frente al árbol, contemplando las luces que siempre me embelesan. Tomaba mi ponche mientras me acordaba de mi papá. A él le fascinaba la Navidad, y le encantaba verme poner el árbol en la casa (yo lo ponía, no mi mamá). Me felicitaba. Siempre le gustaba cómo me quedaba el árbol. Él se sentaba en las noches a contemplar el árbol, en silencio, pensando tranquilo y en paz… Mi papá transmitía mucha paz…mucha nobleza. Y era una de las personas más humildes que he conocido. En lo único en que gastaba, y mucho, era en comida. Comida que nos compartía. Le encantaba cocinarnos cosas. Lo extraño… Y cuando me quedo así, en ese estado de contemplación, llega esa sensación que sólo llega en esta época: nostalgia por el año que termina, emoción por el año que inicia, y sobre todo, agradecimiento por tanto amor, por la vida, por las personas que están y las que estuvieron, y por todas las bendiciones que tenemos (salud, un techo seguro, comida, amigos, cosas que nos gustan…). Los Grinch dicen que esto deberíamos sentirlo todo el año pero… ¡somos humanos! Y nos gana el día a día. Además, ¿qué haríamos los hombres sin tradiciones y celebraciones especiales?, ¿si todos los días fueran iguales…?
A Bernardo le urgía poner el árbol ¡desde que se acabó el Halloween! Es mi mejor ayudante en esta época…
Por supuesto que me encanta ir de shopping y que las compras navideñas me fascinan. Ir a tiendas y escuchar musiquita navideña mientras me compro algo nuevo o busco un regalo, me encanta. Yo no me escapo de eso, pues para mí las compras son parte de la época navideña. Me gusta escoger regalos para la gente que quiero (¡y para mi!). Pero luego de varios días de visitar tiendas y gastar hasta lo que no debo, me fastidio, le paro, y llega el momento de otras cosas: de la diversión mientras se hornean galletas, de la introspección mientras se contempla el árbol, y del auto-apapacho mientras se ve una película navideña, en pijama, en la cama, con ponche, rodeada de mi familia. Con mi esposo y, ahora, con mis dos hijos. Un niño hermoso que ama tanto la Navidad como yo, y cuya inocencia e ilusión se contagian fácilmente, y una hermosa niña que nos acompaña, por primera vez, en estas fiestas y que ha venido a completar esta familia. Es verdad que una rama muy grande se rompió de este árbol familiar cuando mi papá murió, pero nuevas ramas surgen con la llegada de los niños.
Nuestro árbol…
Así que a disfrutar de las reuniones con la familia y los amigos, los platillos “únicos” de la época, los aromas, la música navideña, las películas… Disfrútalo sin culpa, son gustos, y esos gustos también te empujan, si así lo decides, a pensar en algo más profundo, en ese espíritu navideño que está detrás de los obsequios, las comilonas y los adornos. Ese espíritu que sí, es cierto, “debería” durarnos todo el año y que se disfruta tanto en esta época.
Besos
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