Me encantó el día de ayer. Disfrutar por primera vez el Día de Reyes Magos con Bernardo. Aunque el año pasado ya estaba con nosotros, tenía apenas 4 meses y medio por lo que ni cuenta se dio de nada. No es que ahora entendiera plenamente la cuestión, de hecho, para él habrán sido solamente más regalos y cosas nuevas que ver. En realidad, creo que la que lo disfrutó como tal fui yo porque fue la primera vez que Los Reyes Magos llegaban a la casa con el verdadero propósito de sorprender a un niño, nuestro hijo, y jugar ese rol fue muy divertido.
Llevé a Bernardo al árbol y se emocionó al ver lo que había debajo. Después me senté con él a explicarle el juego de rompecabezas y a leerle sus nuevos libros.
Para Vic y para mí también hubo regalos (siempre Vic recibe algún juguete, por aquello de que en su infancia sólo le llegaron juegos didácticos súper aburridos -según recuerda él).
Para mí hubo un libro de parrilladas que espero pronto reseñarles por acá. Pero lo mejor, insisto, fue dedicarle a Bernardo la mañana para ver sus juguetes, bailar con él sus canciones favoritas, tomarle video y todo. Por supuesto, no faltó la rosca de Reyes, y lindo fue investigar un poquito sobre su significado. El día de Reyes es el día de la Epifanía, que significa revelación, cuando los Reyes Magos llegaron a adorar al niño Jesús. La forma circular del pan simboliza el amor eterno que nos tiene Dios y los muñequitos son el niño Jesús, que de alguna manera representan al niño que todos traemos dentro. Las frutas, para algunos, son símbolo de las “distracciones” del mundo que nos impiden encontrar a Jesús, aunque en otras interpretaciones representan la dulzura que Jesús trae a nuestras vidas. Sea cual sea el significado, la tradición de comer rosca es linda, y considerar que el 6 de enero es un día para permitirnos sacar el niño que traemos dentro, es mejor. Por lo pronto, ayer yo me di cuenta de que volvía a jugar a la casita, pero esta vez, era en serio…