Aquí les comparto, finalmente, la receta de la mejor tinga de pollo que he probado en mi vida. No me adjudico el crédito: la receta es de la chef Patricia Quintana, publicada en su libro Antojería mexicana. Sin embargo, merece el aplauso seguir la receta al pie de la letra (y cuando vean la lista de ingredientes entenderán por qué me tardé tanto en pasar aquí la receta). Hacer esta tinga requiere tiempo: tiempo para preparar los ingredientes. Después de tenerlos listos, lo demás es lo de menos. A mí me tomó 2 horas tener todo listo, pero consideren que también le estaba echando un ojo a Bernardo y tuve varias interrupciones. Sin embargo, sí es una receta tardada, pero amerita el esfuerzo: un resultado que combina muchísimos sabores y aromas (clavo, canela, vinagre, chipotles…). Vale la pena hacer la receta completa (dos pechugas de pollo) o hasta duplicarla, para congelar y tener guardadito porque, repito, el procedimiento no es difícil, lo tardado es tener los ingredientes listos para empezar. Y es que no hay de otra: cuando empiezas a cocinar ya todo debe estar pelado, picado, desvenado… porque al prender la olla sólo hace falta eso, empezar a combinar todo.
A esta tinga le pasa lo que a muchos platillos (como el bacalao navideño): entre más la recalientes, mejor sabe. Así que no estará tan buena como el segundo día. En el refrigerador dura bien una semana, pero si haces mucha, empieza a congelar por porciones.
Finalmente, nada como servirla sobre tostadas de mercado (de tortilla de maíz, tostadas al horno o fritas). Con tortilla, en taquitos, no sabe igual pero para todo hay gustos. Y otra cosa que no puede faltar: la crema, de rancho, para embarrarle a la tostada o encima del pollo, es espectacular. Acompaña tus tostadas con una cerveza oscura bien fría y nada más, sin sopa ni otra entrada porque querrás repetir varias veces. Provecho.
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