Hablando de límites en los niños, la psicoterapeuta familiar Laura Gutman, en su libro Maternidad y el encuentro con la propia sombra, habla de un ejercicio que frecuentemente le asigna a las mamás de su consulta que se quejan de tener hijos berrinchudos: la tarea es que, diariamente, permanezcan 15 minutos sentadas en el piso, cerca de sus hijos, dedicadas exclusivamente a estar con ellos, sin hacer otra cosa. Estar disponibles para ellos (sin chatear en la Blackberry, enviar mensajes, twits, o hablar por teléfono). Sentarse cerca del niño sin hacer nada; se trata de estar disponibles. La mayoría de los papás (mamá, papá o ambos) no lograban hacerlo, por lo que la terapeuta afirma que los adultos ponemos muchos obstáculos para dedicarle tiempo exclusivo a nuestros hijos.
Cuando leí esto, me quedé en frizz y me percaté de cuán cierto podía ser. Sin importar si trabajas fuera de casa o estás con tus hijos todo el día, ¿cuántas veces te sientas con ellos y les dedicas tu atención absoluta, sin estar a medias, haciendo otras cosas? ¿Cuántas veces en el día te escuchas diciéndole a tus hijos “ahorita voy, espérame tantito”? Yo, muchas, y a partir de lo que he leído ahora tengo el propósito de poner más atención al tiempo que le dedico a mi hijo. Entiendo que la Dra. Gutman no está proponiendo que hagamos a un lado nuestras actividades y estemos pegados a nuestros hijos las 24 horas del día, sólo atentos a ellos. Se refiere a acompañarlos, y a que tengan la certeza de que, al menos en un momento particular del día, cuentan con toda nuestra atención: oídos y ojos sólo para ellos.
Nuestros hijos esperan eternamente a que les dediquemos ese momento único en que podamos atenderlos con la cabeza y con el corazón. “Permanecer quietos junto al niño le permite aquietarse sin riesgos”, dice Gutman. “Las madres hacemos lo contrario: cuando están tranquilos, huimos a preparar las milanesas, ‘aprovechando’ que están entretenidos. Entonces el niño interpreta: ‘Cuando estoy tranquilo y juego solo, pierdo a mi mamá. Por consiguiente, si molesto, reclamo, lloro… mi mamá se queda conmigo’. A la inversa, si el niño juega tranquilo y las madres permanecemos serenamente en el cuarto leyendo un libro, pero disponibles, el niño aprende que, si juega solo, no hay riesgos de perder a la mamá. Es decir, juega solo pero no está solo. Es una pequeña gran diferencia”, afirma.
Supongo que no todos los terapeutas coincidirán con esta teoría, pues también se sabe que es muy positivo que un niño aprenda a estar solo y a entretenerse. Dudo, también, que Laura Gutman esté en contra de esto. Creo, insisto, que lo que nos quiere hacer ver esta terapeuta es que podemos comprometernos con nuestros hijos para dedicarles momentitos de atención absoluta, en este caso, 15 minutos al día sólo para ellos. Suena sencillo, tan fácil como que se los dedicamos a la serie de TV (y que dura más de 15 minutos) o a la llamada en el teléfono con las amigas, o a que nos hagan manicure. Sin embargo, en el caso de nuestros hijos no siempre lo hacemos. Hagamos el intento y veamos si después de un par de semanas de ponerlo en práctica, nuestros hijos están un poco menos berrinchudos o ávidos de llamar nuestra atención a cualquier precio. Hagámoslo y veamos si hay una diferencia. ¡Espero tus comentarios!
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