No lo entendía, hasta que empiezo a vivirlo. Eso de que el primer hijo se pone muy sentimental ante la inminente llegada de un hermanito… Eso de que una siente que no podrá querer tanto a otro hijo como se ha querido al primero… Eso que dicen que en el corazón se duplica el espacio (¿o se empieza a usar un pedacito que estaba sin uso?) y, de algún modo, quién sabe cómo, es posible querer tanto al segundo como al primer hijo sin que tengas que tomar “prestado” un cacho del amor que le dabas para compartirlo con el otro…
Mi querido Bernardo ha estado, en efecto, con la sensibilidad a flor de piel. De por sí es un niño particularmente sensible, pero he notado que en los últimos dos meses ha estado especialmente emotivo. Anoche, mientras Vic le ponía la pijama, me puse a cantar una de sus canciones de cuna, de esas que le cantaba cuando era un bebé. Entonces llegó conmigo y me abrazó, y se puso a llorar… de esos llantos con gran sentimiento y nostalgia. Me abrazaba y me decía que siempre me iba a querer mucho. Nunca le había explicado que cuando su hermanito o hermanita llegara él se sentiría, muy probablemente, desplazado o menos querido por mí. Digamos que sólo le había hablado de todo lo “padre” que va a ser tener un hermanito a su lado, o de lo aburridos que son los bebés al principio, jeje, pero nunca, de frente, le había dicho lo que ayer finalmente le dije. Era como si él sintiera la necesidad de escucharlo de mí, y yo, la necesidad de confesarlo.
Entonces lo abracé mientras lloraba y le expliqué que aunque pronto me verá muy ocupada con el bebé, que aunque ya no tendré el mismo tiempo que he tenido hasta ahora para estar con él, siempre, siempre voy a quererlo muchísimo y tendrá un lugar único en mi corazón; un lugar que nadie más podrá ocupar, ni siquiera su hermanito. “Siempre vas a ser mi Bernardo, mi primer hijo (y aquí quise decirle “el favorito”… pero no se vale, no se puede, no se quiere decir eso aunque por ahora así me sienta…).”
Quería darle una certeza, tatuarle en el alma una frase contundente que quedara siempre en su corazón, para que recurra a ella cuando se sienta triste, desplazado, olvidado…
Y así nos quedamos, abrazados, llorando, mientras acariciaba su cabecita y le decía que todo va a estar bien. Noté que me entendía perfecto, pues no me hizo más preguntas ni dijo más palabras; era como si su corazón presintiera lo que está por venir y por tanto se estuviera preparando para algunos golpecitos, decepciones y dolores que hasta ahora nunca había sentido. Le dije mil veces cuánto lo quiero, que él es único, que no habrá nunca otro Bernardo en mi corazón ni en el de papá… y entonces entendí eso de lo que había oído hablar a otras mamás que tienen más de un hijo: esa especie de nostalgia que se siente porque ya no seremos sólo nosotros dos, mamá e hijo en complicidad, sino que habrá un “intrusito”, un tercero que nos quitará el espacio que teníamos reservado para nosotros. Era como pedirle “perdón” de antemano porque voy a “traicionarlo” con un nuevo amor… Pero estoy segura de eso que también dicen otras mamás: que con un nuevo hijo nace un amor único e igualmente maravilloso, y vuelves a enamorarte de un nuevo ser sin que dejes de amar al otro de la misma manera o con la misma intensidad.
No habrá vuelta de hoja: llegará un nuevo bebé que ocupará parte del tiempo, la energía, la atención, y el corazón que tenía destinado, hasta ahora, solamente para ti, querido hijo… y no podré darte lo mismo que te daba hasta ahora, ni tus canciones de cuna serán sólo tuyas (intentaré inventarme una nueva, como hizo mi mamá conmigo y con mi hermana…). Pero debes saberlo: siempre serás el primero, mi hijo adorado, el que me estrenó como mamá, con el que aprendí a darlo todo por alguien, de manera incondicional; quien me enseñó mis límites y la enorme capacidad que puede surgir de una madre para cuidar a un hijo enfermo, para arrullarlo por largas e interminables noches, para crear mundos nuevos y construir juegos, canciones y fantasías que antes no existían en su cabeza… Eres el hijo que me dio la gran alegría de ser mamá por primera vez, el “milagro” que esperé por mucho tiempo, y quien me ha hecho sentir completa y la mujer más especial del mundo.
Queda poco tiempo para que dejemos de ser mamá, papá y Bernardo, y creo que los tres no sabemos qué esperar ni cómo va a cambiar nuestra vida con la llegada del nuevo bebé. Hay emoción, y Vic y yo apostamos que será lo mejor que podremos heredarle a Bernardo: un hermano o hermana. Nos ilusiona volver a cargar un bebé, arroparlo, cuidarlo… pero también se siente una nostalgia porque nos despediremos de esta vida de tres que ahora tenemos y que nos parecía perfecta. Nuestra dinámica, nuestros “chistes locales”, nuestro mundito… nos resulta difícil concebir cómo va a cambiar todo esto y cómo vamos a integrar a un nuevo miembro en este mundo nuestro… Pero sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que los cuatro nos integraremos, que crearemos un mundito nuevo, más perfecto, más feliz que el que ya tenemos…
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