¡Sorpresa! ¡¡¡Fue niña!!!!!!
Estas semanas de ausencia se explican porque hace 15 días nació mi hija, ¡sí, una niña! Nació mi princesa, y debo confesarles que cada día estoy más enamorada de ella. Afortunadamente, todo salió muy bien en el parto (gracias por sus oraciones y buenos deseos), y Eugenia llegó al mundo sana, perfecta. Come solo pecho, lo hace de maravilla, y diría yo que es una reina porque casi no llora y funciona como relojito: come cada tres horas, hace pipí y popó, duerme… y así se repite la rutina, cada tres o cuatro horas. Reconozco que soy afortunada, me siento muy agradecida y bendecida por tener una hija sana. Como sea, ella es perfecta, perfecta para mí que la esperaba…
Y en estos días de poco dormir, de desveladas y de entrega total a un ser humano pequeñito, me noto distinta a la mamá que fui hace casi 5 años, cuando nació mi primer hijo.
Entonces no entendía que todo esto pasa rápido. Que las desveladas y los llantos por cólico que parecen eternos, que el dolor en los pechos al inicio de la lactancia y el tedio de estos primeros meses, también pasan…
En aquella ocasión quería ser perfecta y leí muchos libros de maternidad para hacerlo lo mejor posible. Y sí, lo hice lo mejor que pude (aunque a veces a costa de mi buen humor y actitud). Pero ahora es distinto: 5 años después uno aprende que lo más importante es seguir el instinto y apegarse a cierta lógica, al famoso “sentido común”. También entiendo que cuando eres primeriza es difícil ser objetiva, no hay una experiencia previa que te sirva de guía o que te de algún tipo de certeza o confianza en lo que haces. Y aunque cada bebé es distinto, cuando ya has sido madre por primera vez, la segunda vuelta es mucho más sencilla o, al menos así lo creo, la segunda vez eres un poco más paciente contigo misma…
Estoy feliz. Esta época de “encierro por maternidad”, la cuarentena, me parece una etapa de introspección e interioridad, de complicidad absoluta y de creación de un lazo más que estrecho entre mi hija y yo. El mundo exterior ahora me es indiferente… estoy desconectada, mi mundo es este… Ella depende de mí, 100 por ciento, y yo vivo para ella (bueno, obviamente, también para mi hijo, mi esposo, los demás… saben a lo que me refiero). Ha sido un poco cansado entregar TODO día y noche, especialmente cuando además de cuidar a una recién nacida me siento comprometida a darle mi mejor cara a mi hijo de casi 5 años… (y a mi esposo, que también se la merece, jaja). Cuando Bernardo llega de la escuela me emociono, ¡lo extraño!, y hago mi mejor esfuerzo por dedicarle tiempo y saber cómo le fue en el día, por comer juntos y pasar un ratito a solas (cosa que es bastante difícil la mayoría de las ocasiones) y, como siempre ha sido desde que nació, cada noche procuro contarle a Bernardo un cuento y arrullarlo antes de dormirse. Por supuesto, cuando Eugenia duerme quisiera dormir yo también, pero eso es imposible cuando mi hijo ya está en casa y no he pasado tiempo con él. Pero nuevamente me repito: paciencia, poco a poco los días irán organizándose mejor y tendremos una rutina. Mientras, me lo tomo día a día, sin expectativas ni dramas: esto no va a durar para siempre –tristemente, y como es hoy es perfecto, así como es.
Leave a Reply