A partir de ahora quedan 12 días para la cena de Nochebuena. ¿Cómo vamos? ¿Cómo van tus planes navideños? He de contarte que mi escritorio está patas pa’rriba, con todos los libros de cocina navideña, cuentos de la temporada (tradicionales y contemporáneos), revistas de manualidades, etcétera que saqué para inspirarme. He palomeado en estos pasados días algunas de esas actividades que le van dando sabor y forma a la temporada y a mi particular manera de celebrarla: Vic y yo asistimos hace unos días al Concierto de Navidad y Fraternidad de la Orquesta Sinfónica de Minería en la Sala Nezahualcóyotl. Maravilloso, reconfortante, espectacular (por cierto que aún habrá uno más el domingo 18 de diciembre a las 18 horas). También, la semana pasada mi amiga Moni y yo pudimos, finalmente, cocinar galletitas. Este año fue distinto: nuestros bebés ya pudieron quedarse “solitos”, en la sala, jugando. Bernardo le enseñaba todos sus juguetes a Isabela, quien aún no gatea pero ya se sienta sola, y se entretuvieron el tiempo mínimo necesario para que Moni y yo pudiéramos hacer dos tantos de masa para galletas. No las horneamos juntas, pero esta receta es de las más prácticas porque la masa se puede congelar enrollada, lista para cortarse y hornearse ¡en minutos! Aquí les paso la receta.
Eso de las galletitas y la decorada es de las cosas que me meten en el espíritu navideño. Por eso, la visita al mercado era necesaria y un must para conseguir la corona de pino natural para la puerta, las macetas con nochebuenas, entre otras cosas. Ahí también compré por primera vez el bacalao desmenuzado, con mi marchanta de las verduras (y cruzo los dedos para que sea cierto que “salió buenísimo”–como me prometió…). Ese ya se está remojando…
Este fin de semana le tocó al árbol de Navidad: Vic, Bernardo y yo lo decoramos juntos la tarde del sábado. Musiquita navideña de fondo y cámara en mano, para capturar el “antes y el después” del arbolito.
Fue muy divertido ver las caras que ponía Bernardo cuando encendíamos las luces o sacábamos las esferas de sus cajas. Este año seremos más minimalistas con los adornos, por obvias razones, y me gusta: me gusta el minimalismo, porque entonces los detalles y toques navideños destacan más en medio de lo cotidiano. El rojo de las esferas y de los moños me encanta, le doy la bienvenida a los colores, al Santa Claus que se carcajea y que Bernardo no adora todavía; le doy la bienvenida al aroma del pino y de las galletas horneadas y, sobre todo, a los foquitos blancos que adornan el árbol y la ventana, iluminando la sala por las noches. Sin duda, quedan más actividades por realizar en estos siguientes días, antes de que amanezcamos el 25 saboreando lo que hicimos hasta entonces para disfrutar del espíritu navideño.