¡Hola! Ya regresé y no saben cuánto les agradezco que regresen a mi blog a leerme después de esta larga ausencia. Cuando dejas de escribir por tanto tiempo es difícil decidir por dónde volver a empezar, ¡tengo tanto qué platicarles! El viaje con mi esposo a París y a Praga fue un sueño del cual, creo, no quiero despertar todavía. Extraño París y cada uno de sus días. El viaje lo disfruté profundamente, con todos mis sentidos, y aunque mis pies terminaron hinchados y con ampollas mi corazón quedó hinchado de felicidad por tantos momentos maravillosos. Sueno muy cursi ahora, lo sé, pero París es París y te deja así: romántica, cursi, enamorada, ilusionada, inspirada, extasiada…
Extraño París: sus quesos (¡lo mejor del viaje!), sus croissants (¡lo segundo mejor del viaje!), su grandiosidad, su perfección, el clima, el idioma (me sentí soñada con mi francés básico 1-2-3); extraño escuchar a los franceses y la música del acordeón, extraño estar solos Vic y yo… pero también moríamos por regresar y ver a Bernardo. Lo extrañé muchísimo y él a nosotros también (lloró tanto cuando nos vimos… ¡pero se portó genial en nuestra ausencia!). Así que tengo tanto que contarles sobre recetas, sabores, tips de viaje, museos, paseos… que iniciaré ahora una serie sobre este viaje inolvidable, si me lo permiten (y si les da flojera, que no creo, se la pueden saltar…). Por lo pronto les comparto aquí algunas imágenes, unas pocas de las miles que tomé (además de vídeos) con la intención de traerme lo más que pude de París –y Praga, que también es un sueño– para compartirlo y celebrarlo aquí con ustedes.
Bonjour!
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