Hoy le preguntaba a mis amigas del kinder de Bernardo, las mamás de sus compañeritos, que cuánto faltará para que pasemos esta etapa en la que compartir juguetes es tan desgastante y complicado… ¡para nosotras! Es divertido ver que no hay día en que alguno no llore porque no le quisieron prestar un juguete, o porque no quiso devolverlo y se lo tuvieron que quitar de las manos, o porque cuando era su turno para jugar con él, su dueño tenía ya que irse y no le tocó su turno de jugar… Tres años de edad, tres y medio, cuatro… en esas andamos todas. Pero hoy fue uno de esos días en que regresé cansada a la casa, luego de recoger a Bernardo y pasar un rato en “la fuente”, ese espacio que les damos a nuestros hijos cuando salen de la escuela para que sigan jugando en la fuente que está afuera de la escuela. Y mientras ellos juegan, las mamás platicamos y aprovechamos para “relajarnos” tantito del día (si es que perseguir a tu hijo, pedirle mil veces que devuelva un juguete o vigilar que no se baje de la banqueta te permite relajarte de alguna manera…).
Y lo que pasó hoy es que me di cuenta de que mi hijo es un niño celoso con sus amigos: cuando quiere mucho a un amigo, no quiere compartirlo con nadie más. Esto se parece mucho al tema de los juguetes: se comparten, se juega con ellos por turnos, y se les trata bien.
Y así como hay juguetes “más especiales” o más queridos que otros, también los niños tienen amigos así: más cercanos a su corazón.
Bernardo tiene uno, lo adora, y sin embargo estos últimos días no ha querido hacerle caso. Está sentido porque su amigo juega con otros niños. Mi hijo no entiende que eso no significa que su amigo ya no lo quiere. Y hoy la mamá de ese amigo me dijo: “Mi hijo dice que Bernardo lo ha estado molestando”… entonces me dolió mucho ver que Bernardo no ha aprendido a manejar esa frustración que siente cuando no puede hacer que su querido amigo juegue sólo con él.
Ya en la casa, a la hora de la comida (un momento del día en el que también tenemos muchos “altercados” del tipo: “no te pares de la mesa”, “cuidado con el vaso de aguaaaa”, “termina de comer”, “deja ese juguete, estás comiendo!”), llegó un punto en el que exploté y regañé mucho a Bernardo. Me enojé tanto que lo mandé a la esquina mientras él lloraba amargamente, pero en ese mismo momento recordé las palabras de Laura Rincón Gallardo, autora de El abrazo que lleva al amor, cuando dice que mandarlos a la esquina o a su cuarto cuando están emberrinchados es como decirles “no te quiero cuando estás así” o “no me importa cómo te sientes y sólo quiero estar contigo cuando estás de buenas”, así que mejor fui a abrazarlo, lo apreté mucho y le dije “estuvo mal que le pegaras a mami, no me gustó” y de inmediato Bernardo me pidió perdón. Sé que se sentía mal por lo que hizo, pero más mal se sentía por mi rechazo, cuando lo mandé a la esquina enfurecida. En cambio cuando fui hacia él y lo abracé, sentí cómo se soltaba conmigo y se calmaba. Lo sorprendí con mi respuesta, creo que no esperaba esa reacción, y nos abrazamos muy fuerte y le dije, “te quiero, incluso cuando estás emberrinchado”. Y todo se calmó.
Así que como mamá primeriza me quedo con mil dudas respecto a cómo enseñarle a Bernardo a “compartir” a sus amigos, a valorar la amistad no de uno sino de muchos amigos diferentes, y a sentirse seguro y querido entre sus amigos, esté con quien esté. Sé que es algo que los dos iremos aprendiendo y mientras lo logro, no dejaré de abrazarlo y quererlo tal como es él.
Besos
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