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Chicago con bebé
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Aquí andamos, no me he ido. Quizá debí dejar un mensaje tipo “saldré de vacaciones una semana” por aquello de las visitas al blog. No olvidé hacerlo, más bien, me dio “penita” (“¿a quién chingados le va a importar si salí de vacaciones?”…). Sin embargo, sé que por ahí hay uno que otro lector que se preguntó dónde andaba. Nos fuimos de vacaciones a Chicago, por una semana, y si bien pensé postear desde allá, no lo hice por floja. Una disculpa para aquellos que entraron la semana pasada al blog y no vieron nada nuevo. Ya estoy de regreso, y con más pila que nunca.

Primero, he de contarles que el viaje fue sensacional. Salimos de vacaciones mi esposo, mi bebé y yo por primera vez desde que Bernardo nació. Era nuestro primer viaje “largo” con bebé y nos causaba mucha incertidumbre ver cómo nos iría cuatro horas en el avión y siete días fuera de casa. En el vuelo de ida el futuro no parecía muy prometedor: Bernardo estaba inquietísimo (a pesar de que lo sacamos de su cuna a las 4 am para agarrar el vuelo de las 7:30 am y se durmió hasta las 10 u 11…); Bernardo brincaba en el asiento, se bajaba al pasillo y, ¿por qué no? vomitó la leche por andarse metiendo la mano a la boca… Afortunadamente ya habíamos corrido al pasajero del asiento, con el pretexto de que “nuestro hijo es un poco inquieto y por su propio bien, si puede mejor cámbiese a un lugar vacío…”. Finalmente, aunque apenas una hora antes de aterrizar, Bernardo se quedó dormido, y Vic y yo nos volteamos a ver con cara de “y esto apenas empieza”…

 

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Bernardo bien puesto para comenzar sus aventuras por la ciudad de los vientos…

 

Pero, para ser justos con Bernardo, fuera de este intempestivo inicio, el resto de las vacaciones se portó de maravilla y nos aguantó perfecto el paso. Obviamente, como todo niño sano e inquieto de 12 meses, tuvo sus momentitos y claro que casi nunca pudimos comer sin estarnos agachando a recoger el juguete o el pedazo de pan o comida que arrojaba. Sin embargo, una noche salimos a cenar temprano y nos regaló el quedarse dormido justo en el momento en que nos servían la entrada. Fuimos al Morton’s. A Víctor ya le urgía una buena cenita y dejar a un lado los sándwiches, las papas y las hamburguesas. Primero Bernardo estaba inquieto, tenía sueño y no podía dormirse, así que nos arrojaba los juguetes o el pan que le dábamos. Pero al pasarlo a su carriolita, se quedó dormido y Vic y yo brincamos y festejamos con tequila el que por fin podríamos cenar a gusto y hacer que la cuenta valiera la pena. En la mesa de al lado, un matrimonio ya mayor brindó con nosotros también: se reían mucho al ver cómo festejábamos Vic y yo que Bernardo hubiera caído rendido en su carriola justo antes de empezar a cenar… Probé en el Morton’s el mejor bisque de langosta que he probado en mi vida (se los recomiendo ampliamente). Con la textura y la consistencia perfectas: nada pastoso, ni espeso y coladito coladito. Suave. Le llamé al capitán para felicitar al chef por su creación, y por ahí para sacarle el tip: al final de la preparación le agregan la crema y un chorrito de brandy, pero ya con la olla apagada (osea que no se cocina con crema y brandy, sólo es un toque final); lo incorporan muy bien y listo, a la mesa. Con la cena nos tomamos nuestros tequilitas y nuestras cervezas, y Vic y yo celebramos el hijazo que tenemos, nuestros ocho años de matrimonio y el estar en familia en Chicago, una ciudad que nos dejó sorprendidos y con un muy buen sabor de boca.

 

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Septiembre es un buen mes para visitar Chicago: el clima aún es cálido, y en la noche bastará que lleves una chamarra ligerita

 

Tuvimos la oportunidad de coincidir con el festival de jazz de Chicago, en el que se organizan conciertos gratuitos en espacios abiertos al público por toda la ciudad. El mejor momento son los cierres de día en el Millenium Park, donde en una enorme explanada de pasto la gente se instala, literalmente, para disfrutar a los músicos en vivo. Siete de la noche y la gente en el pasto, con su picnic (nos tocó ver una familia que hasta veladoras/velitas de batería llevaba, sus topers con ensaladas y comida, y sus botellitas de vino. Nosotros nos instalamos con el cobertor de Bernardo, compramos un vino tinto y unos vasitos de plástico, y disfrutamos de la música mientras oscurecía y observábamos a turistas y locales disfrutando del concierto sin la menor preocupación (dichoso aire de seguridad que se respira y del que carecemos en estos días en nuestro país…).

 

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El icónico “bean” del Millenium Park de Chicago

 

Los días pasaron entre museos, restaurantes, el parque y, claro está, el shopping. Quien tiene hijos sabe lo difícil que es ir de compras con un bebé que casi camina. Sin embargo, no nos debemos quejar: Bernardo es un rey y se adaptó muy bien a nuestro ritmo. Y en el vuelo de regreso nos fue mejor: el avión venía casi vacío, así que pudimos irnos hasta la cola y escoger filas de asientos para nosotros tres. Bernardo se portó de maravilla, esta vez no vomitó y se quedó dormido prácticamente todo el vuelo.

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En el pier de Chicago hay muchas actividades para niños, la feria, y restaurantes de todo tipo.

 

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Los parques son el lugar perfecto para que tu bebé haga su siesta mientras caminas a gusto por las veredas…

 

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El acuario de Chicago es padrísimo y una visita perfecta para los más pequeños.

Ya en México, de vuelta a lo cotidiano y al ritmo de los días, intento insertar un poco de la experiencia en Chicago en mi hogar: de nuevo, como siempre me pasa al regreso de un viaje, quiero vivir más ligero, deshacerme de cosas y tener más orden en la casa (vivir con lo indispensable, como viví 7 días en el hotel). Hacer limpieza y contagiar de la energía y la buena vibra que me dejó el viaje a mi casa, mi hogar, y todo lo que me rodea, y mantener el mayor tiempo posible el buen humor y el buen ánimo que el cambio de aires me dejó. El año está por acabarse, así que este es un muy buen timing para dar un buen empujón y llegar con mucha pila a diciembre; la navidad está a la vuelta de la esquina (no, no exagero, ya verán que es muy cierto). Septiembre es un buen mes para retomar el rumbo, para definir cómo queremos cerrar el año y hacer aún aquellas cosas que tenemos pendientes para este año. Es un mes hermoso, al menos en la ciudad de México, pues los días brillan y el aire frío comienza a anunciar el inminente invierno. Así que con renovados bríos retomo el blog y mañana ya les cuento de las nuevas recetas y planes para estos días de finales de otoño.

Un saludo

admin
Que sean dos, o mejor, ¡un mezcal!
October 4, 2011
0
Mau
Me encanta enterarme de que la pasaron genial. No me sorprende constatar que Bernardo es un rey. Y coincido contigo: Septiembre marca el inicio del otoño (mi estación del año favorita). Así que... Un tequila por septiembre y por México (Ja ja)
October 4, 2011
0
María
Amo la frase "Septiembre es un buen mes para retomar el rumbo"... creo que lo haré
September 23, 2011
0
Arantza
Hola Tía, Tu blog es muy interesante y divertido, sigue escribiendo. Ara(;
September 11, 2011
0

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