Hoy hace 10 años Vic y yo nos casamos por el civil en una ceremonia súper sencilla, en un juzgado, acompañados por las personas más importantes de nuestra vida: nuestros padres y hermanos. Recuerdo las palabras de la jueza, que nos habló de una manera tan humana, directa, clara y muy, muy emotiva. Nos hizo ver lo que un matrimonio significaba ante las leyes en nuestro país y también la responsabilidad que conlleva como mexicanos… sí, unas palabras que nos gustaron mucho por su gran peso y emotividad.

Hoy, también, recordamos el día en que, hace 4 años exactamente, dejó de latir el corazón de mi papá y la poca energía que quedaba en su cuerpo, que lentamente lo había abandonado por su larga enfermedad, terminó de irse de este mundo, dejando su cuerpo sin vida. Vic fue quien me dio la noticia, lo recuerdo perfecto, y fue un día tan extraordinario (en el literal sentido de la palabra – fuera de lo ordinario) como el día de mi boda civil. Pero a diferencia de la enorme alegría que sentía hace 10 años exactamente, hace 4 sentí un gran dolor, uno que nunca antes había sentido. Y aunque estaba “preparada” para su partida, me dolió que se cumpliera ese destino: me dolió que mi papá se fuera, aunque siempre supe que su muerte lo liberaría, finalmente, del gran dolor en que lo tenía su enfermedad.

Así que hoy celebro que la vida me ha dado la oportunidad de tener junto a mí a dos hombres maravillosos, los que hasta ahora más han marcado mi vida. Mi papá fue un hombre extraordinario y sus lecciones y su gran amor por mí me acompañan y acogen siempre, todos los días. Mi esposo es un hombre maravilloso, un gran amigo, un gran apoyo y mi más grande fan. Me ama y me lo demuestra todos los días. Quizá sea todo eso, y más, por lo que mi papá lo quiso tanto y por lo que, entre otras cosas, se habrá ido de este mundo tan tranquilo y feliz. Nos veía felices y eso lo hacía muy feliz a él. Sus últimas palabras, que no pude escuchar yo, fueron: “Los quiero mucho”.

Besos