Creo que mi hijo me está haciendo un favor…
Resulta que fuimos al parque y de regreso nos agarró en el coche su hora de siesta. Rápidamente regresé a casa y lo saqué lo más cautelosa que pude del asiento del coche. Pero entre el ruido del elevador, las llaves para abrir la puerta y la caminada a su cuarto, Bernardo ya traía el ojo bien pelón.
Lo intenté arrullar. Nada.
Le traje una mamila y luego lo volví a arrullar. Nada.
Me puse muy furibunda (muy), porque para mí, su siesta de medio día es la siesta “buena” y es sagrada: dura ¡dos horas! Dos horas que para mí valen oro no sólo porque así el niño está de buen humor el resto de la tarde, sino porque yo aprovecho para hacer algo de lo mucho que quiero hacer cada día y que con Bernardo despierto es imposible.
Volví a su cuarto, intenté arrullarlo aún viendo que tenía los ojos más abiertos que un búho, y cuando decidí dejarlo en su cuna, se quedó calmadito. Me salí despacito y al ver que no se inmutaba ¡canté victoria! “Sí, en efecto, ya no se oye nada… se quedó dormido”, supuse.
Volví a mi escritorio, sorbí un poco del frío té verde (que ya parecía negro) y comencé a escribir algunas líneas. “Qué bueno que se quedó dormido y que recuperamos su siesta a tiempo”, pensé. Pasados unos minutos me fui a asomar por la puerta para ver si lo tapaba… y cual fue mi sorpresa que lo vi sentado, jugando en su cuna, calladito…
Creo que esta vez Bernardo se dio cuenta de cuánto necesitaba yo un tiempo fuera y trató de dármelo. Entiendo que en el coche ya se había dormido unos 30 minutos, y que haberle interrumpido el sueño tuvo un precio.
Seguramente los 30 minutos le fueron suficientes, aunque al rato esté “punky” y nos meta “desorden” con otra siesta que haga difícil ponerlo en la cama en la noche. Pero creo que Bernardo me quiso dar un ratito, me hizo creer que yo lo había logrado… ¿me habrá sentido tan insistente y desesperada por estar sola un rato?
Lo cierto es que mientras escribo estas líneas ya empieza a gritar, ya llora, ya quiere salir y seguir explorando su mundo… y yo, ya estoy menos molesta. Ya entendí que: o regreso a casa antes de la hora de su siesta, o doy vueltas en el coche las dos horas… o hacemos un desmadre como ahora.
Los libros que pedí de Amazon y que espero poder leer antes de que Bernardo deje de ser un toddler… jajaja, y que precisamente hablan sobre la siesta… Ya les contaré.
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